Interseccionalidad en la Acción Climática: ¿Cómo integrar perspectivas feministas en las políticas y prácticas ambientales para una acción climática más inclusiva y efectiva?
Este artículo explora cómo las políticas y prácticas ambientales pueden beneficiarse de una visión interseccional que integre perspectivas feministas, logrando una acción climática más inclusiva y efectiva. A través del ecofeminismo, se destacan las conexiones entre la opresión de diversos grupos sociales y la explotación del medio ambiente, proponiendo una transformación profunda de las estructuras de poder. Esta perspectiva ofrece soluciones que no solo mitigan la crisis ecológica, sino que también promueven justicia social y equidad de género.
FEMINISMO
Lesly Solis
9/23/20248 min read
Lesly Solis


El cambio climático es uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo, afectando a las comunidades y los ecosistemas de manera global. Sus impactos no son distribuidos de manera equitativa, ya que las personas más vulnerables, como mujeres, minorías étnicas y comunidades empobrecidas, suelen enfrentarse a las consecuencias más graves. En el contexto actual de crisis ecológica global, las respuestas tradicionales a la crisis climática a menudo han pasado por alto la intersección entre la explotación de la naturaleza y la opresión de diversos grupos sociales, como mujeres, personas de color, comunidades indígenas y otros colectivos marginados. En este artículo exploramos la propuesta política del ecofeminismo, como un enfoque integrador que combina el feminismo y el ecologismo, ofrece una perspectiva poderosa y necesaria para abordar estos problemas interconectados, proporcionando herramientas para una acción climática más inclusiva y efectiva.


Ecofeminismo, una propuesta de interseccionalidad a la crisis climática
El ecofeminismo sostiene que la subordinación de las mujeres y otros grupos oprimidos está intrínsecamente vinculada a la explotación del medio ambiente. Este movimiento reconoce que las estructuras de poder patriarcales, capitalistas y coloniales no sólo oprimen a las mujeres y minorías, sino que también son responsables de la degradación ambiental. Al conceptualizar estas opresiones como parte de un sistema interconectado, el ecofeminismo sugiere que para abordar la crisis ecológica global, es necesario desmantelar también las jerarquías de poder y explotación que afectan a los seres humanos y a la naturaleza.
Dentro de esta corriente se encuentran varias tendencias que enriquecen la visión ecofeminista. Entre ellas, los ecofeminismos esencialista, espiritualista, constructivista, queer y animalista ofrecen diferentes enfoques para abordar la interrelación entre género, opresión social y ecología. Esta pluralidad refleja la diversidad de voces dentro del ecofeminismo, lo que lo convierte en un enfoque holístico para enfrentar los desafíos ambientales y sociales.
El ecofeminismo esencialista ve una conexión intrínseca entre las mujeres y la naturaleza, basada en sus roles de cuidado y reproducción. Esta corriente destaca la necesidad de revalorizar estas relaciones como formas de resistencia contra la explotación capitalista y patriarcal de los recursos naturales. Aunque algunos critican esta visión por reforzar roles de género tradicionales, otros argumentan que ofrece una vía para reconectar con los valores de sustentabilidad y comunidad.
El ecofeminismo espiritualista, por otro lado, explora las relaciones profundas entre la espiritualidad y la naturaleza. Muchas comunidades indígenas, que han sido históricamente marginadas y explotadas, ven en esta perspectiva un reconocimiento de sus formas tradicionales de vida, que valoran profundamente la armonía con la naturaleza. Estas visiones son fundamentales para crear políticas ambientales más inclusivas, que respeten y aprendan de las prácticas sostenibles de estos grupos.
El ecofeminismo constructivista rechaza la idea de que las mujeres estén naturalmente más conectadas con la naturaleza, argumentando que tanto la opresión de las mujeres como la explotación de la naturaleza son construcciones sociales y políticas. Esta corriente sugiere que para abordar el cambio climático de manera efectiva, es necesario cuestionar y transformar las narrativas de poder y dominación que sustentan tanto la desigualdad de género como la destrucción ambiental. El constructivismo nos invita a ver cómo el poder y el privilegio están distribuidos desigualmente, y cómo estas dinámicas deben ser transformadas en el contexto de la crisis ecológica.
El ecofeminismo queer, por su parte, expande esta crítica al desmantelar la idea de que la naturaleza y el género son categorías rígidas y fijas. Este enfoque ofrece una oportunidad para cuestionar las normativas sociales que han llevado a la marginación tanto de identidades queer como de la naturaleza no humana. Al incluir perspectivas queer en la acción climática, se abren espacios para una mayor diversidad de voces y experiencias en la lucha contra la crisis ambiental, reconociendo que el cambio climático no afecta a todos por igual.
El ecofeminismo animalista añade una dimensión crucial al enfoque interseccional, argumentando que la explotación de los animales está directamente vinculada a las mismas estructuras de poder que oprimen a las mujeres y otros grupos marginados. Desde esta perspectiva, la lucha por la justicia climática debe incluir también una revalorización de las vidas no humanas y una crítica de las prácticas extractivistas que explotan tanto a la tierra como a los animales. Al integrar esta perspectiva, las políticas climáticas pueden avanzar hacia un enfoque más ético y compasivo, que incluya a todas las formas de vida en la lucha por un planeta más justo y sostenible.


El modelo iceberg de las economías patriarcales capitalistas. Fuente: Adaptación de Bennholdt-Thomsen y Mies (1999: 31). Ilustración de Imogen Shaw.
Interseccionalidad en la Acción Climática: Hacia una Justicia Ambiental Inclusiva
El concepto de interseccionalidad, que fue desarrollado en el contexto de los estudios de género y raza, es fundamental para comprender cómo las distintas formas de opresión (género, raza, clase, orientación sexual) se entrelazan y crean vulnerabilidades específicas frente al cambio climático. Las mujeres, especialmente aquellas de comunidades indígenas o en situación de pobreza, a menudo son las más afectadas por la crisis climática, a pesar de ser quienes menos contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero. Al integrar una perspectiva feminista interseccional en las políticas y prácticas ambientales, se puede avanzar hacia una acción climática más inclusiva y efectiva. Reconociendo que las mujeres, las personas de color, las comunidades indígenas y otras minorías son actores clave en la lucha contra el cambio climático, podemos desarrollar soluciones que no solo aborden la crisis ecológica, sino que también promuevan un futuro más justo y equitativo para todos los seres vivos en el planeta. El concepto de interseccionalidad, desarrollado por la académica feminista Kimberlé Crenshaw, reconoce que las personas experimentan opresión y privilegio a través de múltiples ejes, como género, raza, clase, y orientación sexual. Aplicar este marco en el contexto de la acción climática permite una comprensión más profunda de cómo las desigualdades sociales intersectan con las crisis ambientales. Las mujeres, especialmente en regiones empobrecidas, suelen depender directamente de los recursos naturales para su subsistencia, lo que las hace particularmente vulnerables al cambio climático. Además, el patriarcado y otras formas de opresión estructural limitan su capacidad de adaptación y resiliencia frente a estos desafíos.
Integrar una perspectiva feminista interseccional en la acción climática significa reconocer estas desigualdades y diseñar políticas que no solo mitiguen los efectos del cambio climático, sino que también promuevan la justicia social. Las soluciones que ignoran las estructuras de poder que perpetúan la desigualdad de género y la injusticia ambiental son insuficientes. En su lugar, debemos implementar enfoques integrales que aborden tanto las causas estructurales del cambio climático como sus impactos desiguales.
La crisis ecológica global no puede resolverse sin una transformación profunda de las estructuras sociales y económicas que perpetúan tanto la explotación de la naturaleza como la opresión de los grupos marginados. Los ecofeminismos ofrecen una respuesta integral a esta crisis, proporcionando un marco que conecta las luchas por la justicia ambiental con las luchas por la equidad de género, la justicia racial y el bienestar animal.
El cambio climático agrava las desigualdades sociales preexistentes, y afecta de manera desproporcionada a mujeres y niñas, quienes a menudo desempeñan roles clave en la agricultura y la gestión del agua, sectores críticos ante la variabilidad climática. En regiones donde la crisis hídrica se intensifica, las mujeres deben recorrer mayores distancias para obtener agua potable, lo que incrementa su carga de trabajo no remunerado y limita sus oportunidades educativas y laborales.
Por otra parte, las mujeres tienen menos acceso a recursos financieros y tecnológicos, lo que limita su capacidad de adaptarse a los impactos del cambio climático. Las políticas y prácticas climáticas deben reconocer estas desigualdades y desarrollar soluciones que empoderen a las mujeres, proporcionándoles los recursos y la capacitación necesarios para mitigar y adaptarse al cambio climático de manera efectiva.
Manifestación por el Clima 2021,CDMX.
Feminismo e Inclusión en las Políticas Climáticas
Integrar una perspectiva feminista en las políticas climáticas implica reconocer las contribuciones históricas de las mujeres en la gestión sostenible de los recursos naturales, al mismo tiempo que se trabaja para desmantelar las barreras estructurales que limitan su participación. Un enfoque interseccional en la acción climática debe abordar las siguientes áreas clave:
Participación igualitaria en la gobernanza climática: las mujeres, especialmente las de comunidades vulnerables, deben tener un lugar en la toma de decisiones climáticas a nivel local, nacional e internacional. La representación política es crucial para asegurar que las políticas climáticas reflejen las necesidades de todos los sectores de la sociedad. Las estructuras de poder tradicionalmente dominadas por hombres deben abrir espacio para voces diversas que ofrezcan soluciones más inclusivas y representativas.
Acceso a recursos y capacitación: el empoderamiento económico de las mujeres es fundamental para su capacidad de adaptación al cambio climático. Las políticas climáticas deben garantizar que las mujeres tengan acceso equitativo a recursos como la tierra, el crédito y la tecnología climática. Programas de capacitación que incluyan técnicas agrícolas sostenibles y la adopción de energías renovables pueden aumentar la resiliencia de las mujeres ante los desafíos ambientales.
Justicia reproductiva y salud climática: el cambio climático tiene un impacto directo en la salud de las mujeres, particularmente en las comunidades que carecen de acceso a servicios de salud adecuados. A medida que los eventos climáticos extremos se intensifican, las mujeres enfrentan mayores riesgos en términos de salud materna y reproductiva. Un enfoque feminista en la acción climática debe incluir la justicia reproductiva como parte integral de la respuesta climática, garantizando que las mujeres tengan acceso a servicios de salud esenciales.
Justicia económica y derechos laborales: muchas mujeres trabajan en sectores altamente vulnerables al cambio climático, como la agricultura, el turismo y la pesca. Un enfoque interseccional debe garantizar que las políticas climáticas no solo mitiguen los impactos ambientales, sino que también protejan los derechos laborales y económicos de las mujeres, asegurando condiciones justas de trabajo y acceso a oportunidades económicas emergentes, como el empleo verde.
Un enfoque feminista e interseccional de la acción climática no solo beneficia a las mujeres, sino a la sociedad en su conjunto. Al centrarse en la justicia social, este enfoque promueve soluciones sostenibles que abordan las causas fundamentales de la vulnerabilidad climática y reducen las desigualdades. Las organizaciones feministas y las defensoras de los derechos de las mujeres ya están liderando el camino en muchas regiones, participando en iniciativas locales de reforestación, gestión del agua y agricultura sostenible. Sin embargo, para que sus esfuerzos tengan un impacto a escala global, es crucial que los formuladores de políticas reconozcan y apoyen su trabajo.
Además, los acuerdos internacionales como el Acuerdo de París y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible proporcionan un marco para la acción climática inclusiva. Sin embargo, es necesario que estos compromisos se traduzcan en políticas concretas que incluyan la perspectiva de género y la equidad social en sus metas y objetivos.
Justicia climática es Justicia de género
Cuidar la Tierra es cuidar a todas y todos
Sin igualdad, no hay sostenibilidad