La agricultura sostenible como respuesta integral al capitalismo destructivo y la crisis ecológica

En un mundo donde el capitalismo y el militarismo agravan la crisis ecológica, la agricultura sostenible surge como una solución esencial. Este artículo examina cómo la transición hacia prácticas agrícolas sostenibles y regenerativas es crucial para enfrentar la degradación ambiental y la desigualdad social. Se exploran enfoques como la agroecología y la agricultura regenerativa, que no solo protegen el medio ambiente, sino que también promueven la justicia social y la seguridad alimentaria global. La agricultura sostenible no es solo una necesidad ambiental, sino una estrategia para un futuro más equitativo y respetuoso con el planeta.

9/9/20249 min read

En la era de la destrucción ecológica y social capitalista, la agricultura sostenible emerge como una necesidad imperativa para garantizar la supervivencia de la humanidad y del planeta. La agricultura sostenible no puede ser entendida sin una transformación que sea antirracista, antimilitarista, anticolonialista y feminista. La crisis ecológica y social actual es producto del capitalismo, que prioriza el crecimiento económico a costa del medio ambiente y de las comunidades más vulnerables. El militarismo y el imperialismo exacerban la crisis ecológica. La explotación de recursos naturales y la contaminación generada por actividades militares son incompatibles con una agricultura sostenible. Es necesario desmantelar estas estructuras para avanzar hacia un modelo agrícola que respete los límites planetarios. Frente a estos retos, la sostenibilidad agrícola emerge como una solución crucial. Este ensayo explora prácticas agrícolas sostenibles, con un enfoque particular en la agricultura regenerativa, y discute sus beneficios tanto para el medio ambiente como para la seguridad alimentaria.

Lesly Solis

¿Cuál es el problema que enfrenta hoy la agricultura?


La agricultura moderna, tal como se practica ampliamente en la actualidad, es una de las principales causas de la degradación ambiental y el cambio climático, presentando serios desafíos tanto para la sostenibilidad del planeta como para la seguridad alimentaria global. Este sector es responsable de aproximadamente el 24% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, principalmente debido a la deforestación, la conversión de tierras para la agricultura y el uso intensivo de fertilizantes nitrogenados que liberan óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero (IPCC, 2019). Además, la agricultura es la mayor consumidora de recursos hídricos del mundo, utilizando cerca del 70% del agua dulce disponible, lo que agrava las crisis de agua en muchas regiones (FAO, 2020). Por otro lado, la expansión de la agricultura industrial ha llevado a la pérdida masiva de biodiversidad. Se estima que desde 1970, la agricultura ha sido un factor clave en la reducción de la biodiversidad global, con un declive del 68% en las poblaciones de vertebrados, según el informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, 2020). La intensificación agrícola también ha contribuido a la degradación del suelo, un recurso vital para la producción de alimentos. Según la FAO (2015), un tercio de los suelos del mundo ya están degradados, y si las tendencias actuales continúan, la capacidad de producción de alimentos podría reducirse significativamente, poniendo en riesgo la seguridad alimentaria de millones de personas.

La agricultura moderna no solo es insostenible desde un punto de vista ambiental, sino que también perpetúa desigualdades sociales y económicas. El acceso a la tierra y a los recursos agrícolas está profundamente concentrado en manos de una minoría, mientras que los pequeños agricultores y las comunidades rurales a menudo se ven desplazados y empobrecidos. En América Latina, por ejemplo, el 1% de las explotaciones agrícolas más grandes controlan más de la mitad de las tierras agrícolas, exacerbando la desigualdad y la inseguridad alimentaria en la región (Oxfam, 2016). En síntesis, la agricultura moderna, en su forma actual, plantea serios problemas ambientales y sociales. Para garantizar un futuro sostenible, es crucial transformar los sistemas agrícolas hacia modelos que sean ambientalmente responsables y socialmente equitativos. Esto incluye la adopción de prácticas agroecológicas, la protección de la biodiversidad, y la promoción de un acceso más equitativo a la tierra y a los recursos agrícolas.

La agricultura sostenible ¿Una suficiente y adecuada solución?

La agricultura sostenible se basa en la implementación de prácticas que minimizan el impacto ambiental, preservan los recursos naturales y aseguran la viabilidad económica a largo plazo. La agricultura sostenible debe centrarse en el “ser” en lugar del “tener”. Esto implica una relación armoniosa con la naturaleza, donde la producción agrícola se realice de manera que no comprometa la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades. Entre estas prácticas se encuentran la rotación de cultivos, el uso de abonos orgánicos, la conservación del suelo y la gestión eficiente del agua. Un estudio de Tilman et al. (2002) destacó que la adopción de estas prácticas puede reducir la huella de carbono de la agricultura y mejorar la calidad del suelo, aumentando la productividad a largo plazo. Un programa anticapitalista de transición es esencial para implementar prácticas agrícolas sostenibles. Este programa debe incluir políticas que promuevan la agroecología, la permacultura y otras formas de agricultura regenerativa que restauren los ecosistemas y mejoren la biodiversidad. Redistribuir la riqueza es fundamental para garantizar que todos los seres humanos tengan acceso a alimentos saludables y producidos de manera sostenible. Esto incluye la implementación de políticas que apoyen a los pequeños agricultores y promuevan la justicia alimentaria. Por otro lado, es necesario eliminar las actividades económicas que son perjudiciales para el medio ambiente, como la agroindustria intensiva, la pesca industrial y la industria cárnica. Estas prácticas deben ser reemplazadas por métodos de producción que respeten los ciclos naturales y la salud del suelo.El estrés hídrico es un desafío creciente que afecta gravemente a la producción agrícola, especialmente en regiones vulnerables. Según la FAO (2017), uno de cada dos habitantes del planeta enfrenta estrés hídrico severo al menos una parte del año, afectando principalmente a pequeños productores de alimentos, pueblos indígenas y comunidades de bajos ingresos. La gestión sostenible del agua en la agricultura es vital para mitigar estos impactos, garantizando el acceso a agua potable y mejorando la seguridad alimentaria en estas comunidades.

Más allá de la sostenibilidad La agricultura regenerativa va un paso más allá, enfocándose en restaurar y mejorar los ecosistemas agrícolas. Esta práctica incluye técnicas como el cultivo de cobertura, la agroforestería y el pastoreo manejado, que no solo preservan, sino que regeneran los suelos y aumentan la biodiversidad. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los sistemas de agricultura regenerativa pueden aumentar la biodiversidad en un 30% y mejorar la capacidad del suelo para almacenar carbono, contribuyendo significativamente a la mitigación del cambio climático (FAO, 2021). Además la expansión de los bienes comunes y los servicios públicos es crucial para contrarrestar la privatización y mercantilización de los recursos naturales. Esto incluye el acceso a semillas, agua y tierra para la producción agrícola sostenible. La transición hacia una agricultura sostenible requiere abandonar la agroindustria y adoptar prácticas agroecológicas que promuevan la biodiversidad y la resiliencia de los sistemas agrícolas de pequeños productores que hoy alimentan el 70% de la población humana.

La implementación de prácticas sostenibles y regenerativas tiene beneficios directos e indirectos para el medio ambiente y la seguridad alimentaria. La regeneración del suelo y la reducción de la erosión aumentan la productividad agrícola, lo que es esencial para alimentar a una población mundial en crecimiento. Además, la mejora de la biodiversidad y la reducción de la dependencia de agroquímicos disminuyen la contaminación del agua y del aire, creando ecosistemas más saludables y resilientes. En suma, la agricultura sostenible debe desvincularse de los combustibles fósiles y la energía nuclear. Es esencial socializar la energía y la financiación para apoyar a los agricultores en la transición hacia prácticas sostenibles. Mientras que reducir la jornada laboral y mejorar las condiciones de vida y trabajo son esenciales para una buena vida. Esto permite a las personas dedicar más tiempo a actividades que promuevan la sostenibilidad y el bienestar comunitario.


Algunas consideraciones para la transición hacia una agricultura sostenible:

  • Garantizar el empleo en actividades ecológicamente sostenibles y socialmente útiles es fundamental para una transición justa. Esto incluye la formación y reciclaje de trabajadores en prácticas agrícolas sostenibles.

  • Garantizar el derecho de las mujeres sobre su propio cuerpo es crucial para una agricultura sostenible. Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la producción agrícola y en la gestión de los recursos naturales.

  • El internacionalismo es esencial para imponer la justicia climática. Las políticas agrícolas sostenibles deben ser implementadas a nivel global, con un enfoque en la cooperación y la solidaridad entre los pueblos.

  • Fomentar una revolución cultural basada en el respeto cuidadoso de los seres vivos y el “amor a la Madre Tierra” es esencial para una agricultura sostenible. Esto implica un cambio de valores y prácticas que promuevan la sostenibilidad y el respeto por la naturaleza.

  • Los planes públicos deben proteger a las clases populares contra los efectos del cambio climático, asegurando la resiliencia de los sistemas agrícolas y la seguridad alimentaria.

  • Es necesario un modelo de desarrollo alternativo que priorice la sostenibilidad y la justicia social. Esto incluye la promoción de la soberanía alimentaria y la reforma agraria, sobre todo de países en desarrollo.

  • Las multinacionales, los Estados imperialistas y las “élites” locales deben asumir la responsabilidad de los daños ecológicos y sociales que han causado. Esto incluye la compensación y reparación a las comunidades afectadas.

  • La autoorganización de las luchas populares y la democratización son esenciales para una agricultura sostenible. Esto implica el control público y la protección de los recursos naturales, así como el respeto a los pueblos indígenas.

  • La deforestación cero es una meta crucial para la sostenibilidad. Esto incluye la protección de los bosques y la promoción de prácticas agrícolas que no contribuyan a la deforestación.

  • La soberanía alimentaria y la reforma agraria son fundamentales para una agricultura sostenible. Esto implica el apoyo a los pequeños agricultores y la promoción de prácticas agrícolas que respeten los ciclos naturales.

  • La descolonización del conocimiento y la reforma del sistema educativo son esenciales para promover prácticas agrícolas sostenibles. Esto incluye la valorización de los conocimientos tradicionales y la promoción de la educación ambiental.

Es necesario hacer converger las luchas para romper con el productivismo capitalista. La agricultura sostenible es una pieza clave en la lucha por un decrecimiento justo y ecosocialista (priorizando las demandas de la clase trabajadora, teniendo en cuenta los límites ecológicos). Solo a través de una revolución que sea antirracista, antimilitarista, anticolonialista y feminista, podremos construir un mundo donde la producción agrícola respete los límites planetarios y garantice el bienestar de todas las personas. La transición hacia una agricultura más sostenible y regenerativa es esencial para enfrentar los desafíos del cambio climático y garantizar la seguridad alimentaria global. Estas prácticas no solo protegen el medio ambiente, sino que también mejoran la resiliencia de los sistemas agrícolas y las comunidades que dependen de ellos. La agricultura del futuro debe basarse en principios de sostenibilidad y regeneración, aprovechando la ciencia y la innovación para crear un sistema alimentario que sea justo, equitativo y capaz de alimentar a la población mundial sin comprometer los recursos naturales para las futuras generaciones.


Referencias

  • FAO. (2015). Status of the World’s Soil Resources. Food and Agriculture Organization of the United Nations.

  • FAO. (2017). "The future of food and agriculture: Trends and challenges". Food and Agriculture Organization of the United Nations. Retrieved from http://www.fao.org/3/a-i6583e.pdf

  • FAO. (2020). The State of Food and Agriculture 2020. Overcoming Water Challenges in Agriculture. Food and Agriculture Organization of the United Nations.

  • FAO. (2021). "Regenerative agriculture: A solution to climate change and soil degradation". Food and Agriculture Organization of the United Nations. Retrieved from http://www.fao.org/3/cb3219en/cb3219en.pdf

  • IPCC. (2019). Climate Change and Land: an IPCC special report on climate change, desertification, land degradation, sustainable land management, food security, and greenhouse gas fluxes in terrestrial ecosystems. Intergovernmental Panel on Climate Change.

  • Oxfam. (2016). Desterrados: Tierra, poder y desigualdad en América Latina. Oxfam International.

  • Tilman, D., Cassman, K. G., Matson, P. A., Naylor, R., & Polasky, S. (2002). "Agricultural sustainability and intensive production practices". Nature, 418(6898), 671-677.

  • WWF. (2020). Living Planet Report 2020 - Bending the curve of biodiversity loss. World Wide Fund for Nature.


Foto: Inifap/Sader