La Transición Energética: Hacia un Futuro Sostenible

La transición energética es clave para enfrentar la crisis climática y construir un futuro sostenible. Este artículo explora el rol de las energías limpias, la necesidad de un decrecimiento justo y los desafíos de abandonar los combustibles fósiles y la energía nuclear. También analiza la importancia de socializar y descentralizar la energía, proponiendo un modelo que priorice el bienestar humano y ambiental. Con un enfoque en México y el contexto global, este ensayo detalla cómo reimaginar nuestras estructuras energéticas y económicas para una transición justa y equitativa.

DECRECIMIENTOTRANSICIÓN ENERGETICA

11/8/20247 min read

Lesly Solis

La transición energética es un proceso indispensable para enfrentar la crisis climática global y avanzar hacia un futuro sostenible. En un contexto donde los combustibles fósiles y la energía nuclear representan amenazas tanto ambientales como sociales, la adopción de un decrecimiento justo es un espacio de discusión imprescindible. Las energías limpias y renovables serán clave para asegurar el bienestar de las generaciones futuras, pero no suficientes para hacer la transición. En este ensayo, se analizarán las últimas tendencias en la transición hacia un decrecimiento que pueda satisfacer las necesidades de la mayoría de la población y desterrando a aquellos sectores que no producen bienestar, sino que han traido consigo guerras,genocidio y una enorme emisión de carbono a la atmosféra. Por otro lado, actualmente hay personas que van a necesitar incrementar su nivel de consumo de energía para satisfacer sus necesidades básicas, por ejemplo en países del sur global. Se explorará la necesidad de abandonar los combustibles fósiles y la energía nuclear, socializar la energía y modificar las estructuras financieras que perpetúan la explotación energética en detrimento del medio ambiente y las clases trabajadoras.

¿Por qué necesitamos hacer una transición energética?

La quema de combustibles fósiles ha sido la principal causa del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que ha provocado un calentamiento global acelerado. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), el 75% de las emisiones globales de dióxido de carbono provienen de la combustión de petróleo, carbón y gas . México no es la excepción, ya que en 2022 aproximadamente el 82% de la energía del país provino de fuentes no renovables, con un 52.2% de generación a base de gas natural .

A nivel global, las grandes corporaciones energéticas y los bancos que las financian han tenido un papel fundamental en la perpetuación de este modelo extractivista. Inicialmente, estas empresas negaron el impacto del CO2 en el cambio climático y, aunque en la actualidad se ha reconocido el problema, continúan explotando los recursos fósiles, prometiendo soluciones falsas como la captura y almacenamiento de carbono o la energía nuclear. Estas técnicas han sido calificadas por muchos como estrategias de greenwashing, ya que ofrecen soluciones superficiales sin abordar las causas fundamentales de la crisis . En México, por ejemplo, la construcción de plantas nucleares ha sido promovida como una opción baja en carbono, pese a los riesgos asociados a la gestión de residuos radiactivos y los altos costos .

La urgencia de salir de este paradigma es evidente. Para ello, se requiere un cambio estructural que vaya más allá de simplemente sustituir una fuente de energía por otra. Es necesario desmantelar las corporaciones multinacionales que controlan la energía y los recursos naturales, y reemplazar este modelo con servicios públicos descentralizados, interconectados y democráticamente controlados.

¿Las energías “limpias” son una opción de transición?

La transición hacia energías renovables ha ganado un gran impulso en los últimos años, gracias a las innovaciones tecnológicas y la caída de los costos de estas tecnologías. Sin embargo, las energías limpias no han llegado a sustituir a los combustibles fósiles, sino que han venido a sumarse a la matriz energética. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el costo de la energía solar ha disminuido un 89% desde 2010, mientras que la energía eólica ha bajado un 70% en el mismo periodo . México ha comenzado a aprovechar estas tendencias. Con el Plan Nacional de Desarrollo, el país tiene la meta de generar al menos un 35% de su energía a partir de fuentes limpias para 2024, una meta que parece algo lejana aún.

La energía solar y eólica han sido las principales protagonistas de este cambio en México. El país es uno de los diez principales generadores de energía solar en el mundo, con más de 8 GW de capacidad instalada . En cuanto a la energía eólica, México ha logrado posicionarse como líder en América Latina, con proyectos como el Parque Eólico de Oaxaca, uno de los más grandes de la región. El impacto económico de la transición energética es significativo, tanto a nivel local como global. Una parte esencial de esta transición es garantizar el empleo verde para todos, de manera que los trabajadores de sectores perjudiciales, como la agroindustria o los combustibles fósiles, puedan reconvertirse en actividades sostenibles sin perder sus ingresos. Esta reconversión laboral es fundamental para que la transición sea justa y equitativa, evitando que los más vulnerables paguen el precio de los errores capitalistas. A nivel internacional, las energías renovables han impulsado la creación de empleos verdes. Según el informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), en 2022, se generaron más de 12 millones de empleos directos e indirectos en el sector de las energías renovables. En México, la transición a energías limpias podría generar hasta 800,000 nuevos empleos en los próximos 15 años . Además, se estima que los costos en salud y medio ambiente asociados con la contaminación del aire disminuirían significativamente si el país abandona gradualmente los combustibles fósiles. Por tanto, en México existen alternativas para un desarrollo fuera de los combustibles fósiles, será una tarea de todas y todos exigir la democratización del uso de estas energías.

Eliminar actividades económicas perjudiciales

El concepto de decrecimiento surge como una respuesta a la crisis ecológica y social causada por el capitalismo globalizado. Su premisa básica es que el crecimiento económico perpetuo es insostenible en un planeta con recursos finitos y que, para garantizar una vida digna para todos los seres humanos y preservar nuestro entorno, es necesario repensar radicalmente nuestras prioridades económicas y sociales. Entre las principales propuestas del decrecimiento resaltan las propuestas: redistribución de la riqueza, la expansión de bienes comunes, la eliminación de actividades económicas perjudiciales y la transición hacia una economía que priorice el bienestar humano y ecológico por encima de la acumulación de capital económico.

Un aspecto central del decrecimiento es la eliminación de actividades económicas innecesarias o perjudiciales, que son grandes responsables del deterioro ambiental y la desigualdad social. Sectores como la producción de armas, la energía fósil y la agroindustria son algunos de los principales contribuyentes a la crisis climática. El decrecimiento propone reducir el consumo de energía, abandonando la producción y consumo de bienes de lujo, y poniendo fin a la obsolescencia programada, que impulsa un consumo desenfrenado e insostenible.

La restricción energética es ineludible para detener la catástrofe climática y, en lugar de continuar con prácticas destructivas, es necesario transitar hacia actividades ecológicamente sostenibles y socialmente útiles, como la agroecología y la pesca a pequeña escala, que respetan la biodiversidad y generan empleos más equitativos.

Otro pilar del decrecimiento es la salida de los combustibles fósiles y la transición hacia una economía verde, basada en energías renovables y servicios públicos gestionados de manera democrática. Las multinacionales de la energía y los bancos que las financian están llevando al planeta al borde del colapso al seguir extrayendo recursos naturales sin considerar las consecuencias sociales y ambientales. La propuesta del decrecimiento es socializar la energía y el crédito, poniendo fin a la privatización de estos sectores clave, y permitir que las comunidades tomen decisiones sobre su futuro energético y financiero.

Descentralización y socialización de la energía

La centralización de la energía en manos de grandes corporaciones ha perpetuado la concentración de riqueza y poder, dejando a las comunidades locales sin control sobre los recursos energéticos que producen. Para lograr una transición justa y sostenible, es fundamental que la energía sea socializada, es decir, controlada colectivamente por las poblaciones. Esto implica expropiar sin compensación a las grandes multinacionales que actualmente controlan los recursos energéticos y crear servicios públicos descentralizados que permitan a las comunidades gestionar sus propias fuentes de energía .

En este sentido, las cooperativas energéticas y los modelos de gobernanza local juegan un papel crucial. En Europa, países como Dinamarca han sido pioneros en la creación de cooperativas de energía eólica, donde las comunidades locales poseen y operan los parques eólicos, distribuyendo los beneficios de manera equitativa. En México, aunque este modelo aún es incipiente, existe un potencial considerable para replicar estas experiencias y lograr una mayor justicia energética .

La transición energética hacia un futuro sostenible requiere no solo de la adopción de energías renovables, sino de una transformación profunda en la forma en que producimos, distribuimos y consumimos energía. Salir de los combustibles fósiles y la energía nuclear es fundamental, pero también lo es socializar la energía, descentralizarla y ponerla bajo control democrático. El impacto de esta transición será beneficioso tanto para las economías locales como globales, siempre que se implementen modelos inclusivos y equitativos que promuevan la justicia social y ambiental.

La innovación tecnológica ha facilitado el camino hacia un futuro energético más limpio, pero la lucha por un sistema energético verdaderamente sostenible no se ganará solo con avances técnicos. Será necesario transformar las estructuras de poder y propiedad que actualmente perpetúan la explotación de los recursos naturales y las clases trabajadoras.

Referencias

  • Agencia Internacional de Energía (IEA). (2023). "World Energy Outlook."

  • Secretaría de Energía (SENER). (2022). "Informe anual de energías limpias."

  • Klein, N. (2019). On Fire: The Burning Case for a Green New Deal.

  • Fondo de Cultura Económica. (2020). "Energía Nuclear en México."

  • Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). (2023). "Renewables 2023 Global Status Report."

  • Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT). (2022). "Plan Nacional de Desarrollo: Energías Limpias."

  • IRENA. (2022). "Renewable Capacity Statistics 2022."

  • Global Wind Energy Council (GWEC). (2022). "Wind Energy in Latin America Report."

  • IRENA. (2022). "Renewable Energy and Jobs – Annual Review."

  • Secretaría de Economía. (2023). "Impacto de las Energías Renovables en el Mercado Laboral Mexicano."

  • Organización Mundial de la Salud (OMS). (2022). "Air Pollution and Health in Latin America."

  • Proyecto Tehuantepec Sustentable. (2021). "Energía Eólica en Comunidades Indígenas."

  • TNI. (2018). The Future is Public: Towards Democratic Ownership of Public Services.

  • Gunderson, L. H., & Holling, C. S. (2012). Panarchy: Understanding Transformations in Human and Natural Systems.