Movilizaciones climáticas y feministas en la era digital: cómo las redes sociales y otras plataformas digitales están impulsando la movilización y el activismo climático y feminista.
Exploramos cómo los movimientos feminista y ecologista se entrelazan en su lucha contra las estructuras opresivas que perpetúan la desigualdad de género y la destrucción ambiental. Analizamos su impacto en la era digital, cómo han aprovechado las plataformas para amplificar sus voces y los retos que enfrentan en un contexto global de crisis. Este artículo destaca la importancia de una acción conjunta por la equidad de género, la justicia social y la sostenibilidad ambiental.
FEMINISMO
Lesly Solis
8/29/20244 min read
Los movimientos ecologista y feminista son respuestas necesarias ante las crisis interrelacionadas de sostenibilidad y equidad que afectan a la sociedad global. Ambos movimientos abordan injusticias sistémicas, globales y coinciden en la búsqueda de un cambio estructural profundo. Por otra parte, entender la naturaleza de los movimientos sociales más fuertes de los últimos años implica el análisis de su impacto en la era digital. Las redes sociales y otras plataformas digitales han revolucionado la forma en que se organizan y movilizan los movimientos sociales. Dos de los movimientos más destacados en este contexto son el activismo climático y el feminista. A través de herramientas digitales, estos movimientos han logrado amplificar sus voces, alcanzar audiencias globales y generar un impacto significativo. A continuación analizamos las intersecciones de estos dos movimientos y su relación con las plataformas digitales.
¿Cuáles son las intersecciones del movimiento feminista y el ecologismo?
Las desigualdades y la discriminación han afectado históricamente a las mujeres de manera desproporcionada, especialmente en el ámbito del trabajo de cuidados, ya sea este gratuito o remunerado. A pesar de su rol fundamental en la economía y la sociedad, las mujeres reciben solo el 35% de los ingresos laborales, y en algunas regiones del mundo, como China, Rusia y Asia Central, su participación en estos ingresos está disminuyendo. Más allá de las cuestiones económicas, las mujeres enfrentan agresiones constantes en diversos frentes: desde la violencia sexista y sexual, hasta la negación de derechos básicos como la alimentación, la educación y el control sobre su propio cuerpo.
En este contexto de desigualdad, se hace evidente la necesidad de un movimiento feminista fuerte que abogue por la equidad de género y la protección de los derechos de las mujeres. Este movimiento no solo busca la igualdad en el ámbito laboral y social, sino también la erradicación de las violencias de género y la conquista del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. La lucha feminista, sin embargo, no puede desvincularse de la lucha ecologista, ya que ambas comparten la meta de desmantelar las estructuras opresivas que perpetúan la desigualdad y la destrucción ambiental.
La nueva carrera armamentística y los conflictos entre poderes imperialistas representan una amenaza no solo para la paz mundial, sino también para las mujeres y el ambiente. Las guerras son calamitosas no solo por la pérdida de vidas humanas, sino también por cómo atacan de manera directa a las mujeres, utilizando la violación como arma de guerra y deshumanizando la vida colectiva. Además, las guerras agravan la crisis ambiental, al desviar la atención y los recursos que deberían estar destinados a la transición hacia un futuro sostenible.
En este sentido, el movimiento feminista y el ecologista se unen en la lucha contra el patriarcado y el capitalismo, sistemas que explotan tanto a las personas como al planeta. La propuesta de una planificación ecológica democrática busca que las personas se reapropien de las grandes decisiones sociales y ambientales, permitiendo que la ciudadanía decida qué producir y cómo hacerlo, además de establecer límites al uso de los recursos naturales. Este enfoque, basado en la deliberación colectiva y la autoorganización de los oprimidos, es esencial para reducir la discriminación y la opresión en todas sus formas.
La humanidad no podrá gestionar conscientemente su relación con la naturaleza sin antes gestionar su propia reproducción biológica, un proceso que recae en gran medida sobre las mujeres. No es coincidencia que los ataques patriarcales contra los derechos de las mujeres se intensifiquen en todo el mundo, ya que estos forman parte de proyectos políticos que buscan consolidar poderes autoritarios al servicio de las élites capitalistas. Enfrentados a ideologías reaccionarias que niegan el cambio climático y promueven políticas autoritarias de control de la natalidad, el feminismo y el ecologismo sostienen que ninguna justificación moral o ecológica puede ser invocada para negar a las mujeres su derecho a controlar su propia fecundidad.


Lesly Solis
Imagen: Vía Campesina
Además, la soberanía alimentaria, impulsada por movimientos como Vía Campesina, es otro pilar fundamental en esta lucha. La reforma agraria radical, que aboga por la expropiación de grandes terratenientes y la distribución de tierras a campesinos y campesinas, es crucial para garantizar una producción agrobiológica y la eliminación de pesticidas tóxicos. En este frente, las mujeres campesinas juegan un papel decisivo, luchando por un ecofeminismo que reconoce la interconexión entre la opresión de género y la destrucción ambiental.
En conclusión, el movimiento feminista y el ecologista se justifican por la urgente necesidad de enfrentar las injusticias sistémicas que amenazan tanto a las mujeres como al planeta. Solo a través de una lucha conjunta por la equidad de género, la justicia social y la sostenibilidad ambiental, la humanidad podrá aspirar a un futuro más justo y equitativo para todos.